6 de marzo de 2007

Camino hacia mi alma... (fines de 2005)

Como si faltaran palabras, una vez más reina en mí el ansia de expresión. Son sólo ideas repentinas que llegan desde quién sabe dónde hasta lo más profundo de mi ánima idílica "anche" asaz confundida. Lamento lo de confundida, mas no existe elemento que aclare la situación.

Necesitaba aventar mi corazón partío y salí a dar una serena caminata a cinco cuadras a la redonda, como si eso fuera el antídoto para el veneno de la vida. Y ahora, mientras saboreo la dulce y sentida melodía remixada de Children, del fabuloso Robert Miles, retuerzo lo pensado a orillas del supermercado chino: el espíritu rebelde e hiperquinético que he forjado durante los últimos meses. Y no sólo eso, también algo distante, entusiasta y, por qué no, adicto al trabajo. Entre tantas otras cosas, claro. Quienes me tienen cerca saben muy bien de lo que hablo, porque nunca me puse un antifaz. Necesito salir todo el tiempo, me dejo cortar las mechas por una amiga (¿¿yo, traicionar a mi coiffeur?? sí, y saben lo que significa), la incesante idea de un piercing se tornó realidad, no me tomo mis merecidos descansos en el trabajo, voy, vengo, vengo, voy. Todo el tiempo hago insólitas comparaciones con otras personas, sin tener en cuenta presente ni antecedentes, intereses o motivaciones. Las conclusiones son tan incoherentes como irrisorias. Soy un iceberg en mis relaciones, necesito que me abracen furiosamente, que me besen con frenesí, que me amen apasionada y salvajemente, pero no lo permito. Deleznable actitud, incongruente e ilegible. No la avalo, pero mis manos y pies siguen fríos.

Se acercan las altas temperaturas... tal vez se derrita la cáscara y me vea frente al espejo nuevamente, tan agradable como siempre. Sí sé que se me ha fortalecido el alma, a la fuerza. Sé también que tengo fuego en las venas y que, como diría Doble Ve, la esencia no cambia, y lo que se intenta cambiar, no dura más que un suspiro. Le creo: cuantísimas veces he visto almas apócrifas, perdidas e in-creíbles. No les creo. La carencia de inteligencia se hace evidente. Triste. Y a veces dura toda una vida. Qué fracaso. No pienso formar parte de esa lista. Y para eso dejo brotar un aluvión de sensaciones de dentro de mí, aunque a veces no me favorezca. Intento ser simple dentro de un cuadro normal de complejidad, porque lo difícil y complejo en exceso termina cansando. Sé que en ocasiones actué con desatino, y lo sigo haciendo. Pero nada es tan grave como para dejar de hacerlo y si me da algo de placer, mucho menos. La vida es una sola (cliché) y no pienso dejarla pasar inadvertida, porque esa es una enseñanza que atesoro, porque por dejar de hacer, dejás de vivir. Me estoy dejando desasnar. Y me gusta...

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