18 de julio de 2009

Gallo oro


El arroz tapona. El arroz es insulso. El arroz con salmón es sushi. El arroz con con vegetales al wok se hace llamar Yakimeshi (ay, él). El arroz con atún y huevo es una de mis comidas preferidas. El arroz significa prosperidad, fertilidad, buena suerte.

Entonces, el 14 de Agosto, lleven toneladas de arroz, arrójenlo de a montones, ¡con suavidad, claro! Y, si quieren, pétalos de rosas, granos de trigo... ¡también son bienvenidos!

15 de julio de 2009

Los mocos del chancho


No, no son los míos ni hablo de mí. Bah, sí. Pero no por los mocos.


Resulta que con todo esto de la gripe del chancho, de todos lados nos encierran en casa, como en estado de sitio. Hasta utilizan el término "aislamiento". Tendrían que saber que no sólo los niños se aburren. Estoy a un pelo de ser señora y, sin embargo, me aburro tanto o más que ellos. Y no es bueno para la cintura.


Ayer, en un feroz ataque de hambre a media noche, al Sebastian se le dio por levantarse en la mejor parte de "Las vacaciones de Mr. Bean" para hacerME (sí, el descarado dijo que lo hacía por mí) una "sopresa". No me hago la cocorita porque de solo pensar que la "sopresa" era azucarada, me generaba un manantial de baba. No entiendo por qué el Sebastian le pone tanta voluntad al asunto culinario (el Sebastian es chef). Le pone voluntad, azúcar, manteca, chocolate, crema, manteca, manteca, manteca. ¿Qué hizo? Un experimento, hizo.


Se dirigió a la cocina, me gritó que mi ingreso a ella estaba terminantemente prohibido y al cabo de dos minutos, olor a horno. Adios a mi sueño de la banana con dulce de leche. Era, evidentemente, mucho más elaborado que eso: sacó unas tapas de tarta del freezer, cuando se descongelaron las recortó en pedazos, las rellenó, las dobló y las metió al horno. Con los párpados a media asta, hice fuerzas para llegar al final de su experimento.


Cinco minutos después, bandejita en mano, me pide que le de luz a la habitación. Procedo. Ante mis naríes, un abanico de medialunitas comunes y rellenas, pseudo-empanaditas con jamón y queso y cañoncitos. Obvio, accedí. Que qué ricas, que muchas gracias, que me siento hinchada. Como un chancho. Como el de los mocos.

11 de julio de 2009

El Boomerang de la vida

Hace un ratito volví de hacer compras. Ví tantas caras que me decían tantas cosas diferentes. Me encanta mirar y analizar caras, gestos, movimientos, vestimentas. Imagino la vida entera de las personas que me cruzo en la calle.

Y me encanta analizar cómo vuelve lo que doy.

Fui a un par de negocios y actué de distinta manera porque me intrigaba saber cómo reaccionarían mis interlocutores.

Entré al primer negocio con ánimos de esbozar una gran sonrisa a quien me atendiera. Mis manos comenzaron a pasar rápidamente prenda por prenda como las hojas de un libro. Empecé a seleccionar ropa para probarme. Apareció Laura, al azar mi primer caso de estudio.

- Hola, te puedo ayudar en algo, buscás algo en especial? - preguntó.
- ¡Hola! ¿Cómo estás? Mirá, estoy buscando esto, esto y esto. ¿Vos me podrías decir si tenés esto en blanco? - respondí amable.
- Creo que sí, dejáme que me fijo y te digo - dijo, encaminándose al depósito.
- Dale, ¡muchas gracias!

Después de 2 minutos, Laura volvió con una leve sonrisa dibujada en su cara y con la camisa que le había pedido y me dijo:

- Justo ésta es la última que me queda, ¡y es de tu talle!
- ¡Ay, qué bueno, muchas gracias! Paso a probarme.

La camisa quedó. Los pantalones, no. Listo, llevo la camisa.

- ¿Cómo quedaron?
- La camisa, divina, la llevo. Los pantalones, no, te los dejo.
- Bárbaro, pasá por caja que te cobran la camisa. ¡Gracias!
- No, gracias a vos - dije yo.
- ¡No, por favor! - respondió complacida.

Pagué y salí del negocio pensando que éste estudio había resultado tan diferente del anterior, en el que la agria vendedora se puso aún más agria cuando mi trato no era mejor que el de un jefe falto de amor.

La vida es un boomerang, lo veo todos los días. Si sonreís, te sonríen, si tenés cara de culo, te vuelve una peor y si estás deprimido, todo lo que hace la gente es contra vos.

10 de julio de 2009

"Basta de chácharas y atrévase a soñar!"


Así diría el querido Berugo... Pero a mí ya no me hace ninguna gracia. Antes sí, con el alcoyana-alcoyana o capri-capri, el enano chupatierra y los pepés de la señorita Lee.
Ahora que no quiero soñar, sueño. ¡Y qué sueños! ¡Maaaamita! (diría un antiguo conocido íntimo).
El tema es el siguiente: Ahora que se me dio por hacerme la señora, ahora que se me dio por casarme, mi cerebro de noche tiene más vida que de día. Y sale a jugar. Pero yo quiero dormir. Y así estamos, cansada yo, cansado él. Resulta que ahora se le da al muy piola por jugar a que me caso y no viene nadie a mi fiesta salvo 3 amigas con sus respectivos. Y comemos en sillas de plástico. Y bailamos cumbia. Y llueve y el piso es de granito. Huelo humedad y me despierto de un saltito. Y resulta que también se le da por jugar a que me pongo la falda del vestido y me doy cuenta de que el corpiño blanco de encaje está colgado del tendedero de la vecina que pende de las ramas de dos arboluchos. Abro dedos, agarro corpiño, cierro dedos, engancho corpiño y corpiño termina descansando en el piso de tierra. Y encima me equivoco de iglesia. Llego y la gente que espera no es de mi palo. Es del palo de otra que decidió casarse el mismo día que yo en la iglesia de al lado.
Y que después no me vengan con eso de "sí, es estresante pero es taaaan hermoso vivirlo!" (seguido de suspiro) porque NO compro. Quiero wedding planner aunque no pienso invertir en mentiras. Me seguiré quejando, seguiré soñando, seguiré estresada... total... es taaaaaan hermoso vivirlo!