12 de marzo de 2010

Aplica

I farted and then I smelled it and liked it. (C.A.)

Erótica

Se le dio de beber veneno a Eros: éste, ciertamente, no murió, pero degeneró convirtiéndose en un vicio.

11 de marzo de 2010

Bombachillo

El mate ya no se toma con bombilla. El mate se toma, ahora y según el Sebastian, con "bombachillo". ¿De dónde sale tanta ternura?

10 de marzo de 2010

Basta de apoyo, caramba

"Apoyar", en el sentido literal de la palabra, significa hacer que algo descanse sobre otra cosa. Simple. Pero no es así de simple, ni mucho menos agradable.

Estoy harta de tener un culo sobre el que descansan miembros de masculinos desconocidos. Me tienen harta todas esas personas cochinas que, ante un inadvertido roce, depositan todo su cuerpo de su cintura para abajo sobre mi cuerpo de mi cintura para abajo. Con disimulo, casi sin que yo misma lo note, estos degenerados pegan su respiración a mi nuca y su jean al mío.

Ayer fue la quincuagésima vez que me sucede: Subte A, 6:45 pm, entre estaciones Pasco y Plaza Miserere, un señor que peinaba cuarentonas canas decidió "apoyar" lo que tiene entre las ingles contra mis cuartos traseros. Sí, sentí mucho asco y sensación de violación, no se. Me perturbó y no atiné a decir ni hacer nada. Eso sentí no bien tomé conciencia de lo que pasaba. Porque el vagón venía hasta la manija, entonces uno confunde las apoyadas con el tumulto y los apretujones. Y este turro aprovechó la marejada para satisfacer sus deseos solapados y siniestros. Porque esas personas son siniestras. Y me dan asco.

Empezó a arrimar el bochín en estación Pasco. Entre ésta y Alberti comencé a notar cuán desagradablemente cerca lo tenía. En estación Alberti, ya estaba pegado con cola de carpintero a mis pantalones. Entonces me di cuenta de que tomó mi dignidad sin pedir permiso y decidí tomar acciones al respecto. Bajó gente, me separé y me puse de costadito. Misión cumplida, el cochino no me jode más. Pues no, este sujeto no pretendía darse por vencido y se prendió cual garrapata a mi cadera derecha. Ya cansada de tanta cochinada, decidí hacer justicia por mano propia: me agaché un poquito, tomé mi mochila que estaba entre mis piernas y dirigí violentamente uno de los costados hacia su entrepierna con tanta puntería que se escuchó un ahogadísimo "uuuhh..." del individuo en cuestión. "¡Golazo!" pensé maliciosamente y me regodeé sin disimulo, con una sonrisa diabólica. "Basta de apoyo, caramba" me dije. El tipo se bajó en Plaza Miserere, mirándome con el rabillo del ojo y, casi con seguridad, con un intenso dolor de gemelos.

Orgullosa y con aires de heroína, seguí mi camino. Yo misma salvé mi dignidad. Palmadita en la espalda y clap, clap. Sé que quien me lea, me apoyará. Menos el pibe del subte.

Mi marido, el tierno

Tengo un marido que me engendra ternura. Su castellano intermedio, con el fonema "sh" para una doble L o una Y seguida de vocal, el "re" bien utilizado, la dificultad eterna para pronunciar nuestra R, los verbos a medio conjugar, la incongruencia de géneros y las palabras inventadas son fuente inagotable de ternura.

Me enternece tener un marido que me dice: "qué hemoso vos sos". Y punto.

Casi como Juan Pablo

Hoy tengo dolor de barriga. Me desperté con tiempo suficiente pero se ve que calculé mal. Pensé que una ducha, luego la cambiada correspondiente y un lindo desayuno de comida y noticias cabrían en 1 hora. Pero no, no cupieron. Y el que se vió más afectado fue el último, el lindo desayuno, que terminó siendo el responsable de mi malestar estomacal.

Siempre digo que no hay comida del día que me de más felicidad que el desayuno. Yo amo desayunar. Me encanta el olorcito a café, el aroma de las tostadas (tienen aroma a amor y sonrisa), el sabor de las mermeladas, todo. Y acompañado del noticiero, aún mejor.

Pero cuando la vorágine de las mañanas porteñas envuelven a mi desayuno, me pone de malas. Porque no solamente afecta la felicidad que mi desayuno me da más un subsiguiente dolor de barriga, sino que camino pensando que en cualquier momento termino como Juan Pablo.

8 de marzo de 2010

Juan Pablo (pongámosle Pérez)

Ayer a la noche, en el 15, venía Juan Pablo de pasar toda la tarde con amigos en una quinta de zona norte. Tomó sol, se metió en la pileta y seguramente habrá peloteado, corrido, gritando y reído con sus secuaces. Yo volvía de mi encuentro con Estefi (luego de haber ido a Ezeiza con Sebastian) y de todo aquello me enteré rato después de que mi deseo de escuchar la música de mi Ipod se viera truncado por los gritos de X1 al colectivero: "¡¡No arranques, no arranques que hay una persona descompuesta!!" Obvio, mi espíritu inquieto y curioso quiso ver de qué iba todo el show. Y sí, había nomás un muchachito menudo, asustado y tembleque tirado en el suelo con ojos llorosos. Les presento a Juan Pablo.

Juan Pablo tiene 27 años, como dije menudito, de poco pelo y tiene HIV. Aunque esta condición no tuvo nada que ver con lo del colectivo, tengo la sensación de que los fármacos que toma hace 10 años para combatirla hicieron estragos en su cuerpo. Contó que hace 1 año que está de novio con Fabián, un médico que no bien se enteró de lo sucedido, emprendió camino hacia el hospital al que lo llevarían más tarde. Ellos vivieron un tiempo en una calma ciudad de México, lo cual le hizo difícil volver a adecuarse al clima caótico de esta ciudad loca, loca. Vivían y trabajaban allá, en algo relacionado al turismo si no entendí mal. Estimo que lo de Juan Pablo fue un lindo ataque de pánico.

Unos 30 minutos más tarde de comenzado el espectáculo llegaron la policía y la ambulancia. Los polis... como es de esperarse, con tacto cero para el habla y los gestos. El doctor, calmo, conciso y firme a la hora de decirle a Juan Pablo que necesitaba que hiciera fuerza para llegar a la ambulancia. Y Juan Pablo se levantó. Y luego caminó. Y con esfuerzo (porque sus extremidades estaban totalmente entumecidas) llegó a la ambulancia. Me ofrecí a acompañarlo, porque no tenía nada que hacer y me imaginé lo feo que debe sentirse estar solo en una situación como esa. Y fui. Y conmigo, otra chica buena onda: Paula.

Llegamos al Fernandez, a la vuelta de Parque Las Heras, y Juan Pablo no podía mover sus endurecidos músculos. Entre 3 ayudamos a que llegue a la cama que lo aguardaba. Llegó por fin y nos mandaron afuera. Paula y yo entablamos una conversación mientras esperábamos que Fabián, la pareja-médico de Juan Pablo, asomara por alguna puerta. No más de 10 minutos más tarde, divisamos y escuchamos a un muchacho en la recepción: "Mi nombre es Fabian y recién trajeron a Juan Pablo (pongámosle Pérez) desde Santa Fe y Juan B. Justo". Paula y yo dimos un brinco verbal, nos presentamos y entregamos las pertenencias de Juan Pablo. Fabián nos agradeció profundamente, nos tomó los teléfonos y caminó rápido al encuentro de su medio pomelo. Paula y yo emprendimos, finalmente, camino a casa. Compartimos taxi y en el camino compartimos historias e información personal. Me bajé primero y con un suspiro bien hondo me dirigí a casa con la poca energía que me sobraba. Cuando llegué, acomodé un par de cosas, me cambié, prendí el tele y me puse a mirar la entrega de los Oscars hasta quedarme dormida.

Un día agitado cuando más lo necesitaba. Porque cuando vuelvo de Ezeiza, sólo necesito distracción. ¡Y si que me distraje lindo!

4 de marzo de 2010

Por las nubes

No, no voy a hablar de los precios de la carne o de la lechuga. Tampoco de los precios de la leche y derivados lácteos. En síntesis, no voy a hablar de ninguna cosa que tenga precio en Argentina.

Hace una semana que ando por las nubes. Tooooodo lo que hago y digo tiene que ver con las nubes.

Hace une semana que no duermo.
Hace una semana que, por ende, hago foco cero en el trabajo. Por lo tanto, estoy en las nubes.
Hace una semana que no dejo de pensar qué haré mientras el Sebastian esté en Alemania (destino al cual llega luego de unas cuantas horas de volar por las nubes)
Hace una semana que sé que no conservaré mi actual empleo una vez asentada de aquel lado del charco, razón por la cual, vivo en las nubes pensando en qué ocuparé mi tiempo hasta que consiga un trabajo (por suerte hay muchas cosas que hacer).
Hace una semana, además de lo personal, que vivo pensando a modo de nube cómo hacer para que mis consultores lleguen a tiempo a sus reuniones de negocios luego de un fugaz (o no tan fugaz) vuelo por las nubes en coach o business class. Absolutamente todos los días que ya lleva esta semana, estuve inmersa en un despelote de itinerarios con más de un millón y medio de cambios, cancelaciones, etc. Y mis puteadas se escuchan hasta en las nubes.
Hace una semana que vengo diciendo "Dios mío" por cualquier cosa, porque estoy sensible. ¿Dónde vive Dios? En las nubes.

Decí que las nubes son hermosas. Al menos todo tiene una referencia dulce y suave.

Sí, lo se. Soy un cielo.