10 de marzo de 2010

Basta de apoyo, caramba

"Apoyar", en el sentido literal de la palabra, significa hacer que algo descanse sobre otra cosa. Simple. Pero no es así de simple, ni mucho menos agradable.

Estoy harta de tener un culo sobre el que descansan miembros de masculinos desconocidos. Me tienen harta todas esas personas cochinas que, ante un inadvertido roce, depositan todo su cuerpo de su cintura para abajo sobre mi cuerpo de mi cintura para abajo. Con disimulo, casi sin que yo misma lo note, estos degenerados pegan su respiración a mi nuca y su jean al mío.

Ayer fue la quincuagésima vez que me sucede: Subte A, 6:45 pm, entre estaciones Pasco y Plaza Miserere, un señor que peinaba cuarentonas canas decidió "apoyar" lo que tiene entre las ingles contra mis cuartos traseros. Sí, sentí mucho asco y sensación de violación, no se. Me perturbó y no atiné a decir ni hacer nada. Eso sentí no bien tomé conciencia de lo que pasaba. Porque el vagón venía hasta la manija, entonces uno confunde las apoyadas con el tumulto y los apretujones. Y este turro aprovechó la marejada para satisfacer sus deseos solapados y siniestros. Porque esas personas son siniestras. Y me dan asco.

Empezó a arrimar el bochín en estación Pasco. Entre ésta y Alberti comencé a notar cuán desagradablemente cerca lo tenía. En estación Alberti, ya estaba pegado con cola de carpintero a mis pantalones. Entonces me di cuenta de que tomó mi dignidad sin pedir permiso y decidí tomar acciones al respecto. Bajó gente, me separé y me puse de costadito. Misión cumplida, el cochino no me jode más. Pues no, este sujeto no pretendía darse por vencido y se prendió cual garrapata a mi cadera derecha. Ya cansada de tanta cochinada, decidí hacer justicia por mano propia: me agaché un poquito, tomé mi mochila que estaba entre mis piernas y dirigí violentamente uno de los costados hacia su entrepierna con tanta puntería que se escuchó un ahogadísimo "uuuhh..." del individuo en cuestión. "¡Golazo!" pensé maliciosamente y me regodeé sin disimulo, con una sonrisa diabólica. "Basta de apoyo, caramba" me dije. El tipo se bajó en Plaza Miserere, mirándome con el rabillo del ojo y, casi con seguridad, con un intenso dolor de gemelos.

Orgullosa y con aires de heroína, seguí mi camino. Yo misma salvé mi dignidad. Palmadita en la espalda y clap, clap. Sé que quien me lea, me apoyará. Menos el pibe del subte.

1 comentario:

  1. Pero que fantastico... estos sujetos se manejan con total impunidad... y una aca, sin poder hacer nada... menos vos, q lo surtiste.... Bien por tiiii!!!!

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