8 de marzo de 2010

Juan Pablo (pongámosle Pérez)

Ayer a la noche, en el 15, venía Juan Pablo de pasar toda la tarde con amigos en una quinta de zona norte. Tomó sol, se metió en la pileta y seguramente habrá peloteado, corrido, gritando y reído con sus secuaces. Yo volvía de mi encuentro con Estefi (luego de haber ido a Ezeiza con Sebastian) y de todo aquello me enteré rato después de que mi deseo de escuchar la música de mi Ipod se viera truncado por los gritos de X1 al colectivero: "¡¡No arranques, no arranques que hay una persona descompuesta!!" Obvio, mi espíritu inquieto y curioso quiso ver de qué iba todo el show. Y sí, había nomás un muchachito menudo, asustado y tembleque tirado en el suelo con ojos llorosos. Les presento a Juan Pablo.

Juan Pablo tiene 27 años, como dije menudito, de poco pelo y tiene HIV. Aunque esta condición no tuvo nada que ver con lo del colectivo, tengo la sensación de que los fármacos que toma hace 10 años para combatirla hicieron estragos en su cuerpo. Contó que hace 1 año que está de novio con Fabián, un médico que no bien se enteró de lo sucedido, emprendió camino hacia el hospital al que lo llevarían más tarde. Ellos vivieron un tiempo en una calma ciudad de México, lo cual le hizo difícil volver a adecuarse al clima caótico de esta ciudad loca, loca. Vivían y trabajaban allá, en algo relacionado al turismo si no entendí mal. Estimo que lo de Juan Pablo fue un lindo ataque de pánico.

Unos 30 minutos más tarde de comenzado el espectáculo llegaron la policía y la ambulancia. Los polis... como es de esperarse, con tacto cero para el habla y los gestos. El doctor, calmo, conciso y firme a la hora de decirle a Juan Pablo que necesitaba que hiciera fuerza para llegar a la ambulancia. Y Juan Pablo se levantó. Y luego caminó. Y con esfuerzo (porque sus extremidades estaban totalmente entumecidas) llegó a la ambulancia. Me ofrecí a acompañarlo, porque no tenía nada que hacer y me imaginé lo feo que debe sentirse estar solo en una situación como esa. Y fui. Y conmigo, otra chica buena onda: Paula.

Llegamos al Fernandez, a la vuelta de Parque Las Heras, y Juan Pablo no podía mover sus endurecidos músculos. Entre 3 ayudamos a que llegue a la cama que lo aguardaba. Llegó por fin y nos mandaron afuera. Paula y yo entablamos una conversación mientras esperábamos que Fabián, la pareja-médico de Juan Pablo, asomara por alguna puerta. No más de 10 minutos más tarde, divisamos y escuchamos a un muchacho en la recepción: "Mi nombre es Fabian y recién trajeron a Juan Pablo (pongámosle Pérez) desde Santa Fe y Juan B. Justo". Paula y yo dimos un brinco verbal, nos presentamos y entregamos las pertenencias de Juan Pablo. Fabián nos agradeció profundamente, nos tomó los teléfonos y caminó rápido al encuentro de su medio pomelo. Paula y yo emprendimos, finalmente, camino a casa. Compartimos taxi y en el camino compartimos historias e información personal. Me bajé primero y con un suspiro bien hondo me dirigí a casa con la poca energía que me sobraba. Cuando llegué, acomodé un par de cosas, me cambié, prendí el tele y me puse a mirar la entrega de los Oscars hasta quedarme dormida.

Un día agitado cuando más lo necesitaba. Porque cuando vuelvo de Ezeiza, sólo necesito distracción. ¡Y si que me distraje lindo!

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