2 de agosto de 2009

Bicho raro


Tengo herpes. En la nariz. ¿Podés creer? A la tierna edad de 29, tengo herpes por primera vez. Soy primeriza, pero no de una personita, sino de herpes…

Se ve que me estresé demasiado por dentro, porque nunca pensé que sería así de mucho.

Mi mamá me preguntó: “¿Dónde metiste la naricita?” Increíblemente no la metí en ningún lado sospechoso, mi novio es herpes-free y al igual que la mayoría de la gente que me rodea.

La dotora dermatóloga me hizo las preguntas pertinentes y su conclusión fue o estrés o sol. ¿Sol? Señora… ¿sol? Bué, ella es la diplomada en medicina, puede que tenga razón, pero no veo que aplique a mi caso. ¿Estrés? Compro. “¿Estás estresada, nerviosa?” me preguntó. “Sssseee, massssomeno” le conesté. No entré en detalles, sólo recordar 12 de Diciembre es suficiente.

Me recetó pastillas y crema. “Para atacar con todo, ahora que lo agarramos temprano” dijo ella. Agacho cabeza, obedezco. Voy a la farmacia, hago cola kilométrica, me atienden. “Ayyy… la receta tiene fecha de mañana… ¿podrás venir mañana?” dice la chica que me atiende. ¡¡¡Tengo herpes, flaca!!! ¿¡no me ves la nariz deformada?! ¡¡¡Tengo que empezar el tratamiento YAAA!!! “No te puedo creer… quiero empezar hoy… qué doctora distraida” respondo y me tomo el buque.

Busqué la corrección, recibí disculpas y finalmente compré lo recetado (y pagué con un ojo y medio brazo, no tenía cash).

Con una doctora así, cómo no agarrarse herpes. En lugar de ayudar, contribuye con la causa. Los doctores son bichos raros. Bichos raros como el herpes de mi nariz.

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